viernes, abril 21, 2006

De caza

Cada día salimos a la calle en busca del alimento que nos es necesario para subsistir, en la época en la que nos ha tocado vivir, al menos en este hemisferio, en este continente, ya no es necesario hacerse al campo, armas al hombro con la esperanza de abatir un ejemplar que nos surta de alimento, ni es necesario el duro trabajo de la recolección de los frutos que la tierra nos regala.

Hoy por hoy basta con acercarte a alguna de las grandes superficies que te ofrecen toda clase de alimentos; frescos, en conserva, cocinados o en packs para solo tener que prepararlos con la magia del microondas. Y así, se acaba con la ardua tarea de tener que conseguir la insustituible comida corriendo por el bosque tras ella, o aguardando la larga espera durante la maduración de la cosecha. Pero nada es gratis, y lo que antes costaba paciencia y empeño, hoy cuesta dinero; todo es tasable. Así se asignan valores monetarios prácticamente a todo lo que nos rodea, convirtiendo en mercancía, en genero, lo que muchas veces debería ser otorgado de gracia. Y sé que me pierdo en la utopía al tratar de fusionar al hombre que libremente campa a sus anchas por los extensos campos y al hombre que es tragado por una sociedad que avanza arrastrando con su corriente.

Pero observo otros lugares del globo donde las personas construyen una sociedad totalmente diferente a la que conocemos, la pluralidad de las Culturas, de las religiones, de los gustos y de las ideas, es la que me hace mantener la esperanza y a veces la convicción de que la humanidad es capaz a pesar de todo, de conseguir un conjunto de relaciones capaces de hacer que nuestro paso por la tierra sea lo más satisfactorio posible, para todos.

Y es que caemos muchas veces en la equivocada idea de que las cosas son así y nada se puede hacer, pues bien, las cosas son así por que nosotros las hemos hecho así. Todos y cada uno de nosotros aportamos algo al entorno que nos rodea, y me gusta pensar que el efecto mariposa no tiene por que producir siempre terribles huracanes si no que también es culpa suya la fresca brisa que a veces viene del mar con su inconfundible aroma.

Seguimos viviendo en manada, en clanes, pero ya no repartimos la pieza que cazamos cada día, ahora cada cual quiere su trozo y cada vez más grande, si es posible, aunque no se lo pueda comer y termine pudriéndose sin haber servido para nada, solo ocupando sitio en la nevera, para saciar otro apetito mas oscuro que la necesidad fisiológica de alimentar la maquina.

Hoy el trueque queda relegado a las colecciones de cromos de los desayunos para campeones, y el capital ha creado su propio mundo a caballo entre lo virtual y lo material. La moneda de cambio no se cambia y algunos retienen miles y miles de estampitas verdes, negando el derecho a otros, de que les toque de vez en cuando uno de esos cromos tan anhelados.

"De cada uno según su capacidad, y a cada uno según su necesidad" que simple parece ¿verdad?, y puede que así sea si estamos dispuestos a ello. La pereza, el principal enemigo a vencer.

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