martes, diciembre 19, 2006

Egipto


Descubrir Egipto ha sido una experiencia asombrosa, tan intensa que seria imposible plasmar todo lo vivido en un solo post, igual que imposible parece no extenderse en uno solo hasta la saciedad; colmando de halagos al antiguo Egipto, civilización mítica que nos ha legado la asombrosa capacidad del pueblo conocido hoy día como los Nubios, que a pesar de su metro cincuenta y nueve de estatura media, realizaron las mas espectaculares construcciones de piedra, se esmeraron en plasmar sus creencias en cada centímetro cuadrado de templo o tumba que construían, dejando para la posteridad unos bajos y altos relieves que seducen a la mirada del viajero con su misterio miles y miles de años después de su creación. Y como no mencionar a la cultura que hoy día amamanta las entrañas hambrientas de la actual republica árabe de Egipto, la gente que día a día conforman el pulso vivo de una comunidad amable, atenta, contemplativa, de firmes creencias y un gran sentido del humor, un pueblo humilde que anhela la libertad y encuentra la felicidad en las cosas sencillas.

Intentare pues concentrar la esencia de este viaje, intentando rescatar las perlas fragantes de nuestro diario de bitácora. La aventura comienza nada mas llegar al aeropuerto de Aswuan y darnos cuenta que la cinta del mostrador de facturación se había tragado nuestro equipaje para no devolvérnoslo mas en todo el viaje, aunque nos informaron que la recuperaríamos en Luxor, y así nos vimos, con lo puesto y algo decepcionados pero dispuestos a pasarlo bien, en un crucero de tres días por el Nilo que dejo colores inolvidables grabados en las pupilas, cuando al atardecer el azul oscuro y el púrpura se degradaban en brillantes naranjas y amarillos que teñían el verde de las palmeras, todo ello reflejado en la tranquila corriente del Nilo. Las aves que campaban a sus anchas por las orillas del río y las tierras de cultivo que este rodea, elegantes garzas, juguetones patos y pensativos ibis, los mismos que aun hoy se observan esculpidos como el dios de la sabiduría entre flores de loto y de papiro, entre escenas de guerra y de ofrendas a los dioses. Monumentos que dejan boquiabierto por ser autenticas obras de arte de la arquitectura, la escultura y la pintura todo en uno, que aun hoy se puede contemplar entre las ruinas que antaño brillaron con los colores vividos del azul del lapislázuli o la fritta teñida con cobre del sinai, el verde de la malaquita, el blanco de la cal o los rojos y amarillos de los pigmentos que obtenían del desierto. Miles de años que han guardado intacta en muchas ocasiones la devoción y el afán de los maestros artesanos que dejaron su huella perdurable por muchos años aun, rozando de este modo la inmortalidad aunque su nombre quede en el anonimato, pues su obra da fe de su vida y deja constancia de su paso por la tierra, nexo entre lo material y lo espiritual.

Especial mención a las pirámides que contemplan a el cairo desde su privilegiado asentamiento en la meseta de Giza, con el orgullo atemporal de saberse la única maravilla del mundo antiguo que aun se mantiene en pie, con la sabiduría acumulada de millones de amaneceres en su haber, el tiempo carece de significado entre sus aristas de perfectas dimensiones que se alzan al cielo, al cosmos. Mientras ella te observa y parece decir : No somos nada.

Y una vez en el cairo, cuatro días para dejarse arrastrar por el caos organizado, que es como allí denominan a la locura de una ciudad con dieciocho millones de habitantes, una ciudad que amanece con sus arrabales de bloques despellejados encubiertos por una densa nube mezcla de neblina matinal y sucia polución, campos de cultivos junto al cinturón de asfalto que circunda la metrópoli como una arteria colapsada por los tres millones de coches que circulan iluminados como verbenas futuristas por el tunning y el Neón en una anarquía total donde el claxon se convierte en un autentico lenguaje que pone banda sonora a la ciudad de los mil minaretes. Un lugar de contrastes donde convive la edad media de campesinos montados en asno con la era de Internet y los jóvenes de iPod y Mp3. Contraste entre lo que denominaremos zona euro por donde la marabunta de turistas campan a sus anchas en busca de la ganga que haga al viaje merecer la pena y los barrios como la ciudad de los muertos, cementerio reconvertido a la fuerza en lugar para vivir por aquellos que ni siquiera tenían donde caerse muertos, valga la redundancia.

Contrastes entre los cortos pantalones de las rubias escandinavas que dejan como platos los ojos de los chavalines árabes y las sombras tridimensionales que son las mujeres que solo dejan ver sus ojos bajo las capas de oscuros velos y que captan las miradas furtivas de los perplejos occidentales. Contrastes que dotan a la vida del egipcio de un ritmo que imprime casi a la fuerza en aquellos que pisan aquella lejana tierra y que se aventuran por ejemplo al duro regateo en el famoso Khalili, mercado que desde hace siglos es centro neurálgico de la vida comercial, y donde se puede conversar o se puede regatear según te apetezca, pues el egipcio es una persona ávida de saber, y de hacer amigos, si eso es lo que buscas.

Para mi, ha sido una experiencia inolvidable, que repetiría sin pensármelo, no con un viaje organizado esta vez, sino como nos ha gustado siempre, mochila al hombro y a la aventura. Pues incitan tanto sus paisajes como su gente, al descubrimiento tranquilo del nuevo día.

Mahat shalam amigos.

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