jueves, octubre 26, 2006

El globo rosa

¿Nunca os ha pasado, que al jugar con la sabrosa goma de mascar de esos chicles que se costeaban con un duro, fácilmente adquirido tras unas mágicas carantoñas de nieto a alguno de los abuelos, habéis comenzado a soplar intentando crear un enorme globo rosado? ¿y que despacio soplabas, lentamente, con fuerza calculada, cauteloso de no reventar la pompa, buscando batir tu propio record en cada intento?

¿Recordáis que al final si no parabas a tiempo, la pegajosa goma terminaba pringándote por completo la cara, incluso el pelo a los muy duchos, creadores de globos increíbles? Pues creo que de tanto soplar y soplar al final la burbuja reventó. Pero no pringándonos de aromático y divertido chicle, no.

Mas bien, escupiendo a diestro y siniestro pelotazos urbanísticos, ciudades fantasmas de brillantes colores y altas palmeras, lúgubres moles de ladrillo y hormigón orientadas al venerado sur, buscando exprimir al máximo hasta el ultimo rayo dorado del dios sol. Grandes campos de golf de un verde brillante y un gran lago y árboles prestados salpicando los espacios entre las calles y los greens, y un pinar arrasado enterrado en sus búnkeres, y unas aves repudiadas por la que siempre fue su tierra, y unas dehesas olvidadas bajo la grama sibarita y las alambradas segadoras de senderos.

Fachadas llamativas, pero carentes de la vida que otorga la vocación en manos de los arquitectos que antaño creaban emplazamientos capaces de resistir al tiempo, con edificios dotados de atemporalidad por el empeño puesto en su concepción. Hoy la aluminosis devora insaciable la seguridad de miles de hogares, las fisuras surgen en los rincones mas inesperados y la añorada lluvia se vuelve verdugo furioso anegando el salón; nace la nueva patología de la construcción como única respuesta al deterioro creado por la sombra infecta de la especulación.

El turismo residencial engorda las alforjas de unos pocos, dejando miles de viviendas mudas la gran parte del año, mientras los hijos de la democracia hipotecan su futuro sin remedio ni opción a replica al usurero, que se frota las manos bajo el velo de los intereses legalizados y las calculadas plusvalías.

El palo de la zanahoria es cada vez mas largo; conduciéndonos hacia los arrabales lejanos desde donde ya no se ve el kiosco del barrio. Que paso con aquello de “un desarrollo que satisfaga las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades.” ¿Ya no es sostenible la promesa? ¿siempre han de ser las mismas utopías? El pan pa´hoy se convierte en hambre pa´mañana, cuando se subasta el condominio en mano común al mejor postor; promotor del bien común, según, su propio patrimonio.
Que demonios, perdimos el control, como no. Reventamos el globo.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Os invitamos a todos a que cada vez que oigais a alguien alabar las bonanzas del turismo residencial contestéis con radical oposicion: ésa, amigos, es una de las numerosas lacras de nuestra tierra. Andalucía deja de ser bella. La costa tiene una enfermedad que se extiende hacia todos los horizontes. Los edificios nos cercan y los campos de golf nos secan.
Me entristece nuestra "evolución".

pepitadelospalotes dijo...

yo soy la triste de arriba.

Anónimo dijo...

y lo que nos queda... menos mal que nos queda el lamento.. aunque.. y qué?