domingo, noviembre 05, 2006

Fantastic fan.

Nunca comprendí el momento histérico del grito fanático. Ni comprendo, la locura desatada por ciertos personajes en sus incondicionales. Ni entenderé que se pueda ser incondicional hasta el extremo de la obsesión enfermiza, que lleva a algunas personas a enmascararse detrás de ciertas actitudes o a disfrazar ciertas cadencias intentando asumir roles producto de prefabricados planes de marketing.

Ídolos de barro son colocados en los altares oníricos de las masas, como referentes para futuras generaciones; imágenes a seguir, por el mero echo de la cualidad aparente que es explotada como filón dorado. La originalidad es versionada hasta la saciedad.

Mientras, vidas épicas marcan el rumbo de la marcha de la historia, y pasan a formar parte de esta sin mas agradecimiento que el dudoso honor de aparecer en el temario de algún libro de texto relegado al olvido de la ultima estantería, por carecer de un buen manager.

Quizás algún día se revise la escala de valores que conduce a un personaje a convertirse en modelo a seguir; quizás algún día se aprecie mas la filantrópica filosofía de vida de tantas y tantos amigos del mundo que nos han legado infinitud de buenas acciones, que la belleza aparente del brillo de las estrellas proyectadas en el interior de la cúpula de un planetario.

Esta bien que los mas pequeños quieran ser como Beckam, pero no debería ser ese el ideal que cree vocación entre las filas de alevines, o tendremos muchos descontentos.Pero afortunadamente no es todo idolatrar al balón de oro, ni toda la luz que brilla es la del cañón del escenario.

Aun hay gente que es capaz de ver la estela de aquellas almas grandes, y protagonizar historias como la de Jo Berry, que perdió a su padre en un atentado del IRA y Pat Magee, el activista que coloco la bomba. Influenciada por las lecturas de Gandhi desde joven, en 1984 se le planteo la encrucijada tras el atentado, de seguir la vía de la no violencia o la del odio incendiario que reclamaba vendetta. Hoy día trabajan juntos, mano a mano, intentando defender la no violencia y el dialogo como opción para la solución de conflictos, a través de la organización que Berry creo.


Yo, me quito el sombrero ante esta señora, que ha sido capaz de ponerse en el lugar de aquellos que la convirtieron en victima, tendiendo puentes hacia el entendimiento sustentados en pilares sólidos; no como el perdón, pues ella misma admite que eso nunca desharía el mal, y él admite que eso nunca le devolvería la humanidad que el crimen cometido le hizo perder, si no como la empatía que la voluntad correcta es capaz de alcanzar. Y el trabajo duro que requiere llegar a alcanzar los objetivos fijados.

1 comentario:

pepitadelospalotes dijo...

Vaya historia más increíble. Yo también me quito el sombrero ante ambos, aunque no creo que pudiera imitarlos.